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La entrevista de trabajo que salió afortunadamente mal — (Cuento corto)

— Veo en su currículo un vacío de siete años. —


Dice el entrevistador mirándome a los ojos con aire de reproche y a la espera de juzgar mi justificación.


— Durante ese tiempo realicé algunos cursos como podrá ver en la sección de Educación. —


Sostuve su mirada por unos segundos, hasta que vi su suspiro de decepción. “¡Mira bien, lo dice bien claro, he hecho un máster!”, se enoja mi cerebro y mi corazón trata de calmarlo.


— Veo que ha hecho un curso en nutrición y dietética, ¿qué tiene eso que ver con la temática de su carrera? —


Ahora veo en su semblante un laberinto del que le cuesta salir y la prisa por decirme que no soy apta para el cargo vacante.


— Es un tema de interés personal, durante mucho tiempo subestimé la importancia de mi bienestar físico. ¿Sabía usted que el 44% de altos ejecutivos presenta un alto índice de colesterol excesivo¹? —


“¿No lo sabías?” Mi cerebro sarcástico está fuera de control y mi corazón se rinde por contenerlo, mientras mi entrevistador fija su atención en una lata de una bebida energética en su escritorio, que yo no había visto y ahora los dos la contemplamos en un momento incómodo.


— Claro, todo producido por el estrés... Lo normal en esta empresa. A propósito ¿Está usted preparada para gestionar situaciones de máxima presión, largas jornadas laborales y llevarse el trabajo a casa? —


“¿Cómo hemos regresado a la gestión de los años noventa? ¿Tan poco ha evolucionado el corporativo en siete años?” Mi cerebro mantiene la guardia y quiere contar las experiencias de trabajo agotador para ejecutar proyectos en tiempo récord. Mi corazón busca las palabras para evitar responder con un sí al reto de atarme a un empleo que podría arrebatarme el bienestar físico y emocional que me ha costado siete años cultivar... Casi al estilo de siete años en el Tíbet.


— Diría que estoy más capacitada para ejecutar eficientemente procesos que eviten la presión de último minuto y controlar los incendios inesperados. Durante ese vacío, como usted le llama, he invertido tiempo para entrenar mi mente y no repetir la experiencia de reaccionar sin preparación, ya sabe, para evitar el estrés.


“Cerebro: 1 — Entrevistador: 0”. Anota mi cerebro competitivo a la espera de la próxima jugada.


— Asumo que eso lo aprendió en sus sesiones de Coaching de vida, según dice aquí las ha hecho hace un par de años. Entiendo ahora que sea tan etérea… —


“¿Etérea?” Mi cerebro ofendido lo toma como un insulto y mi corazón suspira apelando a la compasión.


— Como le comenté antes, he hecho una alta inversión en formar las partes de mí que no pude formar durante mis veinte años de vida laboral. Era una desconocida para mí misma, no conocía mis motivaciones fuera del trabajo, era experta en apagar fuegos ajenos pero me quemaba con los míos, pensaba que era lo suficientemente resiliente para conseguir mis metas laborales, pero no era así. Como persona y mujer guardaba las situaciones etéreas en un cajón sin fondo porque creía que detenían mi crecimiento y fue todo lo contrario. Era una profesional calificada con su humanidad en deuda y agradezco ese vacío en mi currículo porque me permitió ponerme al día con mi integridad. —


Ufff... ya lo he dicho. Es mi verdad y no tengo porque decir las palabras que el otro espera escuchar. Si quiero que esto salga bien y terminar en el lugar que merezco, debo mostrarme con mi set de valores al completo. "¡Soy puro poder, míster!", grita mi cerebro vanidoso.


Hay un silencio profundo. Mi entrevistador ha relajado los hombros y su mirada ahora es transparente. Veo su tristeza pero también un atisbo de esperanza.


— ¿Podría contarme por favor cómo ha transformado su vida en estos últimos años? —

“¡Bum! No espera esa pregunta de usted, señor, y ha dicho por favor. ¿Está usted bien? — Déjalo, quiere salir del laberinto sin rasguños” —. Un diálogo amistoso entre mi cerebro y mi corazón me dan calma.


— Por dónde empezar... Me he reconciliado con mi pasado, he reconocido que estoy en permanente construcción y que el mundo está para verlo en su gama de colores, a veces con el vaso medio lleno y otras veces medio vacío pero con multi-perspectiva. Juzgar ya no es mi métrica y ahora valoro las situaciones y a las personas por el impacto real de sus acciones. Busco la plenitud y no la felicidad, pues he aprendido que siempre habrá situaciones de mucha mierda en mi vida y mi reto es aprender a vivir con ellas. —


¡Ya está! Me he quitado un gran peso de encima. Mi cerebro y mi corazón han tomado un descanso y estoy lista para escuchar: “Su perfil no encaja con nuestra necesidad, gracias por venir”.


— Su perfil no encaja con nuestra necesidad... Pero debo decirle que ha descrito su antes tal y cómo es mi presente. Si me permite el atrevimiento, quisiera invitarla a un café para que me siga contando su experiencia de crecimiento personal. Me interesa entender la mierda que me sucede y por qué no logro conciliarla con mi vida profesional. ¿Tiene usted tiempo ahora mismo?


— Claro, sería un placer, aunque tendría poco que contarle. —


— Pues poco significará mucho para mí. —


Mi entrevistador se levanta de su silla, tira a la basura la lata de aquella bebida energética y por primera vez veo una sonrisa genuina en su expresión. Creo que necesita ayuda y me surge la necesidad de acompañarlo a encontrar sus respuestas.


— Vi en su currículo que es Coach de negocios, me encantaría que me contara también un poco más sobre ello, tengo una idea de negocio que tal vez me haría ganar mi primer millón. —


Salimos de su oficina riéndonos del fracaso de la entrevista pero con la ganancia de habernos conocido.

Mi cerebro y mi corazón se han inventado esta escena. De hecho lo hacen cada vez que reflexionan la decisión que tomé hace siete años de priorizar mi crecimiento interior. Este escrito es un cuento, pero sé que allí afuera en el mundo corporativo hay un despertar o un rescate de la esencia humana. Espero que mi cuento sea una historia real para aquellos que buscan su plenitud.


Nota: Como es ficción, ninguna lata salió herida. Era solo utilería.

_____

¹ Según investigación del Centro de Investigación Biomédica EuroEspes (CIBE) realizada con el objetivo de estudiar las patologías más comunes de los altos ejecutivos. España, 2015.


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