Buenas noticias para el líder del futuro, o el que aún no sabe que lo será: tendrá que esperar algunos años para hacer lo suyo, o más bien, tendrá tiempo adicional para prepararse para su gran debut como líder disruptivo. Y yo que me imaginaba un líder con retazos de Mandela, Santa Teresa de Calcuta, Steve Jobs y un toque de Obama, pero Michelle. En fin, que para esta época no será.
Es que es lindo ver los mensajes de apoyo y motivación para salir del agujero en el que nos ha dejado el bicho (A.K.A. SARS COVID-19). Psicólogos, coaches, atletas, políticos, papá y mamá, jefes, influenciadores y demás figuras con cierto liderazgo salen con sus pompones a animarnos con consignas de superación y fe: "¡Tú puedes. Cree en ti. Dale duro. Te mereces la victoria!". Que muchas gracias, pero no... Ahora no.
Ahora no, porque necesitamos que los líderes sean uno más de la manada y olviden eso de hacerse los fuertes para inspirarnos protección y sabiduría, que ahora no necesitamos a gente con armaduras de teflón que vayan a la cabeza. Necesitamos una cabeza a nuestro nivel que esté en el mismo lodazal, por aquello de la empatía y demás habilidades blandas que son muy bonitas y lo que sea, pero ahora deben ser más prácticas y útiles en lo realista que es esta situación.
Por ejemplo, el líder político pospandemia —de mis sueños— debería tener súper poderes, que seguramente aún no se han inventado, como el de saber que no todos podemos ir en la misma dirección porque las secuelas de la pandemia son muy distintas para todos, y como la clonación es inviable ahora mismo por temas de ética, no puede estar en cientos de lugares al mismo tiempo para conducir a su manada. Que la ambición de poder y la democracia no se ponen de acuerdo —obvio, son opuestas—, y por eso le ha quedado grande a los gobernantes crear salidas a la crisis que sean ecuánimes. Es que si eres talla small y quieres meterte es una extra large, no podrás evitar el naufragio, querido gobernante. ¿La solución? Tal vez, y por decir cualquier cosa, olvidarse de las ambiciones políticas de poder, por lo menos un periodo, y ser y hacer para lo que fueron elegidos: uno más del pueblo pero con mejores ideas y con pericia para la ejecución.
Corporativamente hablando, la vaina es parecida. No necesitamos un jefe que diga: "son decisiones de la gerencia, lo que nos queda es dar la milla extra". Ciertamente, este jefe ya es uno más y va en la dirección que le dicen, porque también necesitará de su sueldo para pagar la hipoteca y la cuota del gimnasio al que hace años no va. El punto es que él ahora hace parte de la gran incertidumbre con la que nos arropamos por estos días. No necesitamos líderes rebeldes que se interpongan en las decisiones gerenciales, más allá de eso lo que haría falta y más que nunca, es un jefe que asuma una actitud de "no tengo idea de qué va a pasar, seguramente meteremos la pata, pero avanzar es la única manera de saber si la salida es por aquí". Un jefe pospandemia debería normalizar la incertidumbre y centrarse en el proceso del ahora, porque cumplir cuotas y metas en tiempos pospandémicos ya no es una forma eficiente de gestionar objetivos. Si alguien conoce alguna nueva herramienta de gestión para el cambio diario y vertiginoso en pospandemia, que la comparta por favor.
El líder pospandemia debería tener la habilidad logística en acomodación de equipaje emocional. Los tiempos de dejar los problemas fuera del trabajo ya son parte de la prehistoria corporativa. Uno ya se ve obligado a ir con su maleta de problemas y preocupaciones a todas partes, y el lugar de trabajo no es la excepción. Así pues, nuestro líder ideal pospandemia debería usar sus dotes para guiar a cada integrante de su tribu en cómo distribuir el peso de ese bendito equipaje (unos llevarán mochila y otros una maxi maleta). Claro está que no podrá instruir sobre cómo alivianar el peso, pero sí cómo cargarlo inteligentemente. Lo siento mucho estimado líder, sabemos que para esto no te han contratado, pero es lo que hay y lo que habrá.
Liderados, para aligerar el equipaje, se recomienda visitar a un terapeuta, llámese psicólogo, psiquiatra o chamán, que son los expertos y futuros pastores para superar la pandemia que viene, la de la salud mental.
Ya los escucho... "¿Y cómo hacemos para cuidar de las emociones de nuestra gente mientras rescatamos el barco?". No tengo idea, no soy empresaria ni tengo miles o millones en pasivos. Lo que sí sé y estoy casi segura, es que si no se prioriza el bienestar emocional y psicológico de las personas, los procesos productivos y económicos —que son gestionados por personas— arrojarán migajas como resultado y no habrá pan para tanta gente, y mucho menos panes especiales para celiacos e intolerantes a la lactosa.
Por lo anterior, queridísimos líderes del recurso y del talento humano, les ha tocado la parte más compleja de la solución. Lo de administrar nóminas y pagos de salarios habrá que tercerizarlo, y convendría que vayan desempolvando los libros de psicología del empleado en tiempos de crisis.
Sé que a veces la manada tiende a ser un grupo de niños de guardería donde todos quieren y pocos pueden. Para que el perfil del líder pospandemia se haga presente desde ahora, los liderados tendremos que poner un grano de arena de unos diez kilos. ¿Qué creíamos? ¿Qué este rito de sacrificio era solo para los plumas blancas y los caciques? Nosotros somos la otra mitad de la solución y habrá que meterse el orgullo y el victimismo por donde cada uno quiera. Si traes tu equipaje al trabajo, avisa, para que el jefe sepa de antemano dónde ponerte la red de seguridad. Si la telaraña de la incertidumbre te nubla y te hace un nudo en el estómago, recuerda que esta vaina también pasará, y si no lo ves, pide ayuda. No eres el único naufragando y sabes que hay pocos chalecos salvavidas, pero el trabajo eficiente en equipo con tu líder, innovará la manera para que ese chaleco pueda salvar varias vidas. Por último, entiende que tu líder a pesar de tener ciertos privilegios, está llevando su carga, la tuya y la de tus compatriotas/colegas/familia/amigos. Eso lo hace un líder, uno de los de verdad.
Seguiré soñando con ese líder, porque nada tengo seguro y nada más me queda. Cuando se descuide tu realismo, suéñalo tu también. Ante la duda, siempre podrás ser tu propio líder y le ahorrarás el trabajo a otro de meterte en vereda.
Gracias por leer y hasta la próxima vaina.
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