Cierto día primaveral ejerciendo funciones de súper tía (sé que muy en el fondo así me ven mis sobrinos), asistimos a una verbena infantil en el colegio de mis dos sobrinos pequeños. Al principio, el escenario era como cualquier aglomeración infantil: gritos, lloriqueo, risas y juegos imaginarios. Todo un paraíso. Esta verbena de primavera tenía el tema de vestir disfraces, cosa que me encanta porque no hay mejor experiencia que vivir a destiempo, como disfrazarse en abril o comer pavo en julio.
Aquel pequeño patio lleno de música - refiriéndome a la que generan los niños porque de la otra no se entendía nada - era todo un desfile de superhéroes; estaban los de siempre como Superman y Batman, y también de los nuevos como los Vengadores de Marvel. Sin querer te transportas a tu infancia para hacer memoria de todos los disfraces que usaste y coincides con que algunos personajes siguen vigentes, como la Mujer Maravilla y los Pitufos, cosa que reconforta y te hace sentir que no estás tan viejo y que los diseñadores de disfraces de ahora lo hacen ver más real o casi igual que en la película. ¿En qué estarían pensando los diseñadores de disfraces en los años 70?
Transcurrida la celebración, se notaba que los pequeños ya estaban cansados y empezaban a quitarse sus máscaras. Mi sorpresa fue al ver que los personajes enmascarados como Iroman y Hulk eran encarnados por niñas. Sí, hermosas y alegres niñas, que tal vez perdieron el interés por lucir un hermoso vestido de princesa. Ya me preguntaba al inicio por qué la presencia de las mismas era tan reducida.
Este acto disruptivo y para nada tradicional me hizo entender que la tendencia de moda relacionada con el género humano, conocido como femenino y masculino, no es solo una tendencia ni mucho menos moda, reflexioné acerca de la visión que tienen los niños de hacer y disfrutar lo que les gusta sin ningún tipo de categorización, de que el rosa es de niñas y el azul de los niños.
Esta reflexión me llevó al análisis de otro asunto, la generación de poder y confianza que las mujeres defienden por estos días con la intención de lograr igualdad en sus roles de jefes de hogar, líderes sociales y políticos o la lucha por lograr equidad salarial en el mundo corporativo.
Es común ver en redes sociales y en los medios de comunicación declaraciones de mujeres que apelan al movimiento feminista como asociación para vencer los obstáculos sociales e históricos de ser mujer. Al principio pensaba que se exageraba con el radicalismo de esta corriente, pero con las manifestaciones que han surgido con respecto a ser respetadas y valoradas ya me parece que solo es el inicio de la conquista de un terreno que siempre ha sido de las mujeres pero ocupado en mayor proporción por los hombres, el terreno de pensar y hacer como seres humanos con derechos y deberes, cosa que es ilógica de clasificar en géneros, porque es una ley humana universal la de vivir haciendo lo que te plazca y beneficiándote de ello si logras ayudar a los demás en el proceso. Lo del género, sería mejor tomarlo como una cuestión natural y anatómica para el tema de reproducción de otros seres humanos.
Que los caballeros abren la puerta para que pase primero su damisela o que la mujer se queda en casa preparando un delicioso guiso para deleitar a su hombre, caballerosidad y manejo del hogar, porque así lo hacían nuestros abuelos y los abuelos de sus abuelos en su tiempo. Estándares sociales transferidos de generación en generación, porque siempre se ha hecho así y así funciona bien.
En una era de innovación y tecnología la relevancia de mirar el pasado solo sirve para hacer las cosas diferentes y que funcionen mejor, porque la innovación va ligada a la inclusión de todo tipo de personas que deseen contribuir en la reconstrucción de una sociedad con más valores y conductas conciliadoras ante las diferencias de opinión, porque los bienes y servicios modernos son el resultado precisamente de eso, de la diferencia de pensamientos y aptitudes, no de ser hombre, mujer, transgénero, bisexual, homosexual.
Apoyo y apoyaré esta lucha que mujeres maravillosas emprenden cada día para hacer suyo los espacios merecidos, pero apoyo y apoyaré con mucho más ahínco el derecho de cualquier persona sin distinción por rescatar y resaltar la condición humana, para que algún día recuperemos el amor, la pasión y el respeto por la vida.
Respecto a la escena infantil con la que he abierto esta nota, olvidé mencionar que en ningún momento presencié respuestas de burla o acoso de los niños hacia las niñas, y concluí que era el mayor ejemplo que podrían darle al planeta tierra y a sus terrícolas: Somos personas con valores y en proceso de aprendizaje, somos humanos y nos respetamos como tal, y por supuesto, nos divertimos mientras lo hacemos.
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