De las disciplinas que más admiro y disfruto, el mercadeo, pero vamos a llamarla marketing porque suena más chic y lo chic vende más, ¿no?
Últimamente al pobre le achacan los problemas de la humanidad, así como al cambio climático y a la politiquería (prima lejana de la política). «Ese artista es puro marketing», «es marketing engañoso», «no te están regalando el 2x1, es marketing», y así, declaraciones que demonizan el marketing cual bruja hacedora de pócimas que hipnotizan a nuestros hábitos de compra.
Productos, servicios, personajes, son el eje de las campañas de marketing cuyo propósito es posicionar marcas para vender más, y eso se logra conociendo a profundidad la psicología de su consumidor. Sí, se inmiscuyen indetectablemente en nuestras vidas para saberlo todo... y nosotros les abrimos la puerta para que lo hagan, si no ¿cómo sabrían lo que necesitamos?
El marketing es una plataforma estratégica, su responsabilidad no es otra. Sus bases son las mismas, su uso no tanto y es escudo de defensa para lo que podría salir mal.
En mis tiempos universitarios, durante el estudio del área de mercadeo, nos educaban con la premisa de que el cliente era el rey, premisa que todavía es válida porque el que paga para que continúe la función es el consumidor. El pero está en que como consumidores estamos delegando nuestro poder de decisión por las prisas de la vida y por nuestras prioridades, sin darnos cuenta de que una gran cantidad de dinero se va en hábitos de compra que no sabíamos que teníamos.
Aclaro que no estoy en contra del consumo capitalista, por el contrario, estoy a favor de que todos tengamos la libertad de emprender y consumir pero con una cabeza educada y sin perder nuestros valores, para que este sistema no pierda la capacidad de ofrecer oportunidades para el que quiera tomarlas.
La relación marketing-consumidor es de las más inestables en la categoría de relaciones románticas, hay mucha indecisión y poca fidelidad. Para explicar mi punto de vista, voy a listar algunas actitudes que deberíamos evaluar a la hora de hacer una compra cuando una campaña publicitaria nos hace un guiño coqueto. Vamos allá:
¿Quiero o necesito?
El marketing busca que lo necesites, que sea parte de tu día a día y que vuelvas siempre por más. Hasta aquí todo es transparente, el tema está en que decidamos quererlo en lugar de necesitarlo, y a largo plazo vamos a acumular una serie de productos o servicios que no tendremos tiempo de utilizar si se trata de un capricho. Pero es que en el comercial ha salido nuestra estrella de Hollywood favorita a la que defendemos a capa y espada, y es imagen de un producto que nunca ha despertado nuestro interés.
Reflexión: ¿Qué prioridad tienen este capricho y la estrella de Hollywood en mi vida? ¿Es vital o indiferente?
La letra pequeña
No tenemos tiempo de leer con qué están fabricadas las cosas y mucho menos de leer las cinco páginas de los términos y condiciones. La intención de compra es prioritaria porque necesitamos ese champú que promete más limpieza y brillo o esa aplicación para el teléfono que promete dormirnos en un minuto. Lo que muchos ignoran es que el listado de ingredientes o los términos y condiciones narran claramente el sistema de valores y compromiso con el cliente que tienen de las compañías.
Reflexión: ¿Esta gente (empresa) quiere de verdad cuidarme, cuida a su mano de obra y vela por la sostenibilidad del planeta?
Educarse investigando
La sabiduría milenaria dice que no todo lo que brilla es oro, así entonces debe prevalecer nuestro derecho a saber a ciencia cierta si lo que vende la campaña de marketing tiene soporte real y comprobado. Si el producto maravilla promete resultados nunca antes vistos debería estar acompañado de evidencia científica y técnica que nos dé referencias para hacer nuestra propia investigación en fuentes que no tengan implicación comercial con la marca. Las asociaciones que avalan una marca reciben un incentivo por ello, podría ser cuestionable pero hay casos en que es mejor analizar de manera imparcial.
Reflexión: ¿Qué información necesito para hacer una compra segura? ¿Cuánto me ha costado ganar mi dinero para decidir invertirlo o gastarlo en un milagro de la industria?
Ficción e innovación
Si en las películas de hace treinta años o más las personas se comunicaban por vídeo a bordo de una nave espacial o en un centro de operaciones oculto, poco sabíamos de la posibilidad de que varias décadas después fuese una realidad (excepto lo de la nave espacial que sigue en hipótesis). La ficción es el primer paso para visualizar las necesidades futuras de la humanidad y Julio Verne era experto en el tema.
La publicidad sobre tecnología enseña una connotación futurista y asombrosa de las necesidades que tarde o temprano tendremos y en eso poco se equivoca, el mundo cambia a la velocidad del Correcaminos y no queremos ser tan perdedores como el Coyote. Nuestras decisiones de compra en esta industria deberían estar basadas en la calidad de vida que pueda ofrecernos, sin volvernos incapaces de sobrevivir si algún día falla o no podemos comprarla.
Reflexión: ¿Esta campaña de marketing me invita a comprar innovación porque conoce mis pesares o quiere venderme ficción para que la financie? Creo que aquí, todas las respuestas son válidas.
Si lo anterior ha sido bastante para reflexionar sobre nuestra próxima compra, no sobraría tener también en cuenta que antes de culpar a la industria o al marketing, nos detengamos para admitir que los únicos responsables de que esta relación funcione o no, somo nosotros mismos, porque tenemos dos cosas que ellos no tienen: nuestro poder de decisión y nuestro dinerito.
Para que el mundo siga girando y nosotros en su mismo sentido, debemos involucrarnos. No tenemos que ser grandes activistas, solo ser contundentes con nuestros deseos y necesidades y jamás de los jamases permitir que terceras partes manipulen nuestros hábitos de compra... es que al final siempre seremos nosotros y no tú, querido marketing.
Consumamos a conciencia y no olvidemos que somos y seguiremos siendo el rey.
Muchas gracias por leer y hasta la próxima vaina.
Sandra.
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