Aclaro que: actualmente no tengo ningún tipo de “daddy issues”, resentimientos ni reclamos pendientes con mi padre. Las historias dramáticas las cuentan mejor en las películas, en caso de que esperes encontrar una vivencia tipo freudiana en este artículo. De momento, escribo para reflexionar y no para llegar a Hollywood... solo de momento.
Mi primer contacto con el mundo corporativo fue a través de papá. El primer consejo sobre trabajar para ser exitoso vino de él. Recuerdo, como si fuese ayer, en una conversación en la que me dijo algo así como: «si las empresas y las personas se comprometieran de verdad, podrían lograr que este mundo fuese mejor».
En las decisiones que he tenido que tomar durante mi vida laboral, casi siempre he aplicado sus recomendaciones (la mayoría a la inversa), porque el mejor ejemplo que puede dar un padre es el de cómo NO hacer las cosas.
Esta es la herencia inmaterial con más significado que me ha dejado papá para ser buena empleada, emprendedora, jugadora de equipo y jefe:
Nada funciona si no hay compromiso
Nada de nada. Pero... trabajamos por dinero, por supuesto, y eso requiere también de cierto compromiso para que nos paguen a final de mes, pero el nivel o tipo de compromiso al que se refería mi padre era aquel en el que dejábamos de lado la relación contractual y emprendíamos un proyecto común —entre empleado y empresa— orientado a dar equidad a las comunidades, proteger el medio ambiente y ser tan buenas personas que no tuviésemos tiempo de meter las narices en donde no nos llaman.
Pensarás que eres una persona comprometida en todos los aspectos de tu vida, pero podrías responderte a estas preguntas para verificar si queda alguna brecha que necesites reducir. No se vale responder sí o no, ve más allá y comprométete con tu causa: ¿Compartes valores con la empresa para la que trabajas?, ¿eres la mismas persona dentro y fuera de la oficina?, ¿qué proyectos podrías emprender con tu empresa para mejorar la calidad de vida en tu ciudad?, ¿asumes el liderazgo de nuevos proyectos por dinero o por aprender/crecer?, ¿de 1 a 10 cuál es tu nivel de compromiso contigo mismo?
Comprometerse con algo o con alguien es dejar de mirarse el ombligo y hacer pequeños actos de valentía que puedan cambiar tu entorno mañana o cuando ya no estés.
La exigencia tiene mala cara
Papá tenía una mirada con idioma propio, ni siquiera necesitaba gesticular para entregar un mensaje a su interlocutor, o sea, a mí. Esos ojos marrones de alta frecuencia solo significaban una cosa: «Lo tienes que hacer mejor».
Te habrá pasado que a las puertas de una fecha límite para entregar lo que te han encomendado como parte de un proyecto aumenta la presión, ya eres uno con tu escritorio, no ves sonrisas y armonía y tu jefe trata de ocultar su principio de úlcera. Es un ambiente exigente, sin duda, que conjugado con la incertidumbre del resultado te hace cuestionar si lo estás haciendo bien.
La exigencia es un arma con muchos filos y el más peligroso es el que viene de los demás, cuando quieren medir tu desempeño con sus métricas y poniendo en tela de juicio tus capacidades, para lo que habría que preguntarse ¿para qué me han elegido entonces? El ser exigente de turno, que podría también ser tú mismo, pretende que el resultado sea excelente y útil, porque para eso existe la exigencia según los expertos, para garantizar la perfección.
Las expectativas que tengan los demás sobre ti no pueden ser tu responsabilidad, así que si te encuentras en este escenario escribe tu guion, si es que estás realmente comprometido y convencido. Si necesitas ayuda para hacer lo correcto, acude a esa persona con más experiencia y mérito para que te dé los parámetros que te lleven a un resultado de calidad y que supere tus propias expectativas.
Que la exigencia sea tu estrategia, no tu azote.
Ser el primero aunque vayas perdiendo
Este fue mi tormento durante mis años escolares en los que papá estuvo presente. Para él, que poco se involucraba con mis cosas del colegio (no porque no quisiera sino porque no sabía cómo, pues no terminó la primaria), el indicio de que estaba aprendiendo era que ocupara el primer lugar en los listados académicos. En aquel entonces me parecía una medida superficial, pero durante mi haber laboral entendí que en parte tenía razón.
Si bien tener éxito está asociado con ser el primero en algo, el proceso nace y termina en uno mismo. Ser el primero implica entrar en una competencia con oponentes, público y que gane el mejor. En este sentido ganar, es un logro más colectivo que individual, porque hay espectadores a los que entretener.
Claro está que si eres el primero lograrás un ascenso, el reconocimiento de tus colegas y tu foto en el boletín corporativo como ejemplo de superación acompañado de un aumento en tu cuenta bancaria, así sí vale la pena serlo, pero la gran pegunta es: ¿Te gusta lo que haces?, ¿hay pasión y convicción de que lo haces para ti?, o ¿eres el caballo con mejores estadísticas al que todos apuestan?
Ser el primero requiere de compromiso y es una labor exigente, si incluimos los aspectos anteriores, pero la única métrica que garantiza que el fin sea sostenible en el tiempo es que la competencia sea entre tu versión de ayer y tu versión de hoy. Otra cosa es que te gusten las ovaciones de pie y ahí no tengo nada que decirte.
Sé el primero porque está en tus planes, no porque en la expectativa de otro seas su plan.
Un profesional integral es más que moral y ética
La moral y la ética son solo el lazo, el regalo es otra historia. En este aspecto papá tomó las decisiones que creyó convenientes para ser un buen tipo, y con frecuencia y sin darse cuenta cayó en la incongruencia entre su pensar y su hacer. Recuerdo que hizo todo lo posible para que sus hijos eligieran mejor y fuésemos personas de bien, haciendo siempre el bien y para ganar bien.
Cuando caemos enamorados de nuestro trabajo, empresa o proyecto sentimos que ese fin justifica cualquier medio, que el sacrificio lo vale aunque ningún dios nos lo pida, acudimos a todas las excepciones de nuestras propias reglas con la promesa de que no volveremos a tomar el camino fácil y no porque pretendamos que todo lo sea, sino porque huimos del dolor de un fracaso que no ha sucedido.
Tu integridad es tu identidad, tus buenas prácticas, tu actuar imperfecto para aprender y no para dañar a nadie en el camino. Soñar con ser un profesional integral implica que tu stock de información técnica sobre tu trabajo sea lo que necesite tu sistema de valores como ser humano, porque acoplar lo segundo a lo primero es como construir un castillo de naipes en medio del recreo de una guardería.
No es suficiente con ser buena persona para acreditar tu nivel de integridad, el reto está en vigilar que lo que sientas, pienses y hagas encaje perfectamente y sea la única perfección a la que te aferres.
La crisis te diversifica
Vi a mi padre perder varias veces, pero fueron más las ocasiones en que lo vi volver a empezar distribuyendo los huevos en otras canastas, aunque no tuviera la experiencia en esas canastas. Era curioso y siempre dispuesto a aprender.
¿Te ha sucedido que te aferras tanto a lo que te hace sentir cómodo que cuando las cosas van en otra dirección insistes en enderezar el curso muchas veces sin éxito? Esta reacción es normal cuando tardamos en aceptar el fracaso. Tu experiencia y tus recursos están en el lugar equivocado, pero no lo ves porque el plan lo has forjado con fuego cuando los trabajos y el emprendimiento tienen por regla ser dinámicos, flexibles y eternamente cambiantes.
Cuando el resultado no es lo que debería ser, deberíamos aprender otras maneras de equivocarnos menos, probar otras áreas, conocer a nuevas personas, tener varios planes de "por si acaso" y desenamorarnos un poco de nuestra idea inicial para constatar que haya más peces en el mar.
Y estos fueron los aprendizajes más relevantes que papá me heredó para que su ausencia, por lo menos, fuera más de provecho que de tristeza. Entiendo ahora que los padres son los seres más imperfectos del universo, porque buscan y prueban entre mil alternativas las mejores para que nosotros tengamos que buscar menos y triunfar más.
Muchas gracias por leer y hasta la próxima vaina.
Sandra.
P.D. 1: Si tienes solo a tu madre, a tu padre o a los dos, llámalos y cuéntales lo que has aprendido de ellos para ser una persona exitosa. Si no están, busca la manera de construir tu propio legado para que su ausencia no sea en vano.
P.D. 2: Gracias papá.
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